(portugués)
artigos

BAFF 2008 · 10º Festival Internacional
de Cine Asiático de Barcelona

por Jordi Codó

[pt]

Poster


I - Introducción

A finales de mayo, y en unas fechas correlativas a las del FEFF de Udine, se celebra el Festival de Cine Asiático de Barcelona (BAFF, según sus siglas en inglés), un certamen de repercusión menor al celebrado en la ciudad italiana, pero que ha ido creciendo considerablemente en los últimos años. El BAFF puede considerarse, en cierta medida, un complemento a la muestra de filmes de Udine, pues si allí se apuesta por producciones con mentalidad más popular, aquí se hace por obras de autor, más artísticas y arriesgadas en lo comercial. En este sentido el BAFF también se distingue de Sitges, el otro festival catalán referencia en lo que a cine asiático se refiere. Lo podemos apreciar en el público que llena las salas en uno y otro. En Sitges encontramos, sobre todo, al aficionado freak, al erudito del cine de género (que Sitges le ofrece en cantidad) que ya sabe lo que va a ver y que no depende del certamen para mantener su afición. El BAFF, en cambio, evento urbanita por definición, no atrae tanto a aficionados al cine (y aún menos a los cines asiáticos) como a seguidores de tendencias culturales, que últimamente han visto en la admiración por los Tsai Ming-liang, Kawase Naomi, Jia Zhang-ke o Pen-ek Ratanaruang una forma de estar in.

Los cines Aribau (una sala privada) y el CCCB (un espacio público) dan buena muestra de la habilidad del BAFF para aunar todo tipo de apoyos.
En su última edición –la décima ya– el BAFF programó más de noventa películas (una cuarta parte rodadas en digital) y recibió la visita de 20.000 espectadores. Además, contó con un jurado internacional (formado por el cineasta Tran Anh Hung, Araki Keiko, directora del PIA Film Festival de Tóquio, Kim Dong-ho, director del festival de cine de Pusan, y Daniel Pérez, responsable de canales de cine en la empresa de contenidos televisivos Teuve), y disfrutó de la presencia de algunos directores de renombre presentando sus películas, como Aoyama Shinji, Adolfo Alix Jr., Johnnie To, Jeon Soo-il y Sakamoto Junji.

Para la inauguración y la clausura del evento contó con dos platos fuertes: «Assembly», de Feng Xiaogang, y «Sparrow», del omnipresente Johnnie To. El resto de películas se repartían en seis secciones: la Sección Oficial Competitiva (formada por trece títulos entre los cuales se repartirían los premios); AS – Asia Selection (una selección de otros doce filmes recientes e importantes, que no compiten pero tampoco podían dejarse pasar); Especial Hong Kong (cada año se dedica un especial a una cinematografía asiática, este año era Hong Kong, y por eso se proyectaron ocho cintas de los últimos veinte años, como «The Mission» o «Made in Hong Kong»); D-Cinema (conjunto de obras realizadas en formato digital); Nippon Connection on Tour (muestra de cortometrajes japoneses de animación e imagen real llevada a cabo en colaboración con el festival Nippon Connection); y BAFF 10 (sección creada sólo para este año en conmemoración del décimo aniversario del BAFF, y que recoge diez de los mejores títulos de las ediciones anteriores).

Entre las sedes del festival (que este año se elevaban hasta ocho) destacan los cines Aribau Club (dos salas donde se proyectaron la totalidad de películas a competición y se llevaron a cabo las conversaciones con los directores asistentes) y el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB, con sus dos espacios, el pequeño auditorio para los largometrajes i su hall, de entrada gratuita, para los cortos i algunas obras en digital). El resto, como el cine Maldà (sala barcelonesa que durante el año ofrece cine de Bollywood) o Casa Àsia, se encargaban de las secciones más secundarias o minoritarias.

Destacar, por último, la existencia de actividades paralelas en forma de conciertos, uno de música electrónica a cargo del artista japonés-coreano Oki Hiroshi, y otro en forma de homenaje a la Sala Apolo de Barcelona – antigua sede del BAFF– y a la película «Good Bye, Dragon Inn» de Tsai Ming-liang, para la cual los músicos Fibla y Arbol han compuesto una banda sonora. También que el BAFF ha editado un pack con seis películas asiáticas hasta ahora inéditas en España: «Shara» de Naomi Kawase, «Love Will Tear Us Apart» de Yu Lik-Wai, «After Life» de Hirokazu Kore-eda, «Syndromes And A Century» de Apichatpong Weerasethakul, «Goodbye, Dragon Inn» de Tsai Ming-Liang y «The Taste of Tea» de Katsuhito Ishii.


II – Palmarés

Colas de gente el el cine Maldà, una sala histórica de la ciudad que últimamente ha mirado hacia Asia.
Los cambios en esta 10ª edición del BAFF han afectado también a los galardones. El habitual Durián de Oro se entregará a partir de ahora a la mejor película de un director cuya obra no supere los tres largometrajes, con la voluntad de apoyar a los talentos emergentes. El primer premio de la sección oficial pasa a ser el Cinematk (al cual da nombre el canal de televisión que lo patrocina), y consiste en asegurar el estreno en cines de España de la película ganadora.

El festival cuenta con dos premios más, uno para el mejor film de la sección D-Cinema, y el premio del público, entregado según la valoración que los espectadores hacen a la salida de cada una de las películas de la Sección Oficial y Asia Selection.

Esta vez la cosa ha quedado así:

· Premio CINEMATK:
«Secret Sunshine» de Lee Chang-dong (Corea del Sur)

· Premio DURIÁN DE ORO:
«With a Girl of Black Soil» de Jeon Soo-il (Corea del Sur)

· Premio D-CINEMA:
«Bamboo Shoots» de Jian Yi (China)

· Premio del público:
«Om Shanti Om» de Farah Khan (India)
(El premio iba acompañado del sorteo de un billete de avión al país de la película galardonada, en este caso India)


III – Películas

A continuación, breves comentarios, sin ningún orden concreto, de algunas de las películas que se pudieron ver a lo largo de los diez días de certamen.

«Ploy», lo último de Pen-ek Ratanaruang, es una película apreciable, que centra buena parte de su interés no en la escueta acción, sino en la atmósfera creada a través de la fotografía (para la cual el cineasta tailandés vuelve a contar con Chankit Chamnivikaipong) y la música, o sería mejor decir la banda sonora, pues buena parte de las imágenes se acompañan de unas, casi imperceptibles a veces, notas musicales sostenidas con sintetizador. El conjunto puede remitirnos a las sensaciones que provocaba cierto cine australiano en los ochenta, de los Peter Weir y compañía, por lo que no sería descabellado incluirla en alguna selección de cine fantástico. Más sugerente que explícita en el desarrollo de su tema (la crisis de una pareja), la propuesta flaquea al abandonarse en exceso (y sin motivo aparente; quizás llevada por su aire ensoñador) a la confusión entre lo real y lo imaginado, y también al incluir secuencias que hacen obvios (paradójicamente) los pensamientos de los personajes. De no ser así, habría quedado un buen mediometraje sobre la intimidad en sus varias facetas: la deseada, la violada y la temida.

«Breath», de Kim Ki-duk.
Mientras tanto, otro autor consagrado, Kim Ki-duk, nos ofrece en «Breath» un nuevo capítulo de sus obsesiones particulares: cautiverio, almas torturadas, eros y thanatos… pero con un aire más dulzón del habitual. En un nuevo paso hacia su progresiva moderación del tono de sus filmes, Kim incorpora aquí incluso algo de comedia, aunque quizás por falta de costumbre (de él o nuestra) ésta no parece del todo bien ajustada, generando algo de desconcierto. Lo que se mantiene incólume es la peculiar poética del autor, en ocasiones naif o demasiado evidente, como ya nos tiene acostumbrados, pero con gran capacidad de sugestión. Fue la segunda película mejor valorada en las votaciones del público.

Lo nuevo de Jia Zhanke, sin embargo, fue recibido con menos interés del que merecía, seguramente por tratarse de un documental y no de un film de ficción. Pero este hecho –habitual– resulta chocante en el caso de Jia, pues supone dar la espalda a la que precisamente es una de las particularidades de su cine, la difusión de las fronteras entre lo real y lo ficticio, y su similar modo de trabajo cuando aborda ambos géneros. «Useless» es una nueva muestra de esto, porque con un material (personajes, ambientes, situaciones…) extraído de la realidad, se construye un (aparentemente) planificado discurso sobre la industria textil en China. El resultado es un film que se decanta hacia lo poético antes que hacia la extracción en bruto de lo real; y también una aguda reflexión sobre las contradicciones de la China post-comunista, con las manufacturas textiles (símbolo del crecimiento y la incidencia mundial del país) como hilo conductor y metáfora.

«Foster Child» es, en cambio, lo que podríamos calificar de diamante en bruto, donde el director filipino Brillante Mendoza realiza una operación en cierto sentido opuesta a la de Jia Zhangke. Para contar la historia de las familias de adopción filipinas (familias pobres que son retribuidas si toman a su cargo niños huérfanos hasta que estos son adoptados por familias de buena posición) parte de unos personajes ficticios, con los cuales se adentra en uno de los barrios más miserables de Manila, cámara al hombro, y hace así un retrato real y no maquillado de las condiciones de los más desfavorecidos de su país. Rodada en sólo cinco días, «Foster Child» es cine de urgencia, como se suele decir, auténtico cine social, cuyas imágenes hablan por sí solas sin necesidad de discursos demasiado elaborados.

«Tambolista», de Adolfo B. Alix.
El cine filipino ha sido un protagonista inesperado con seis títulos en el programa, cuatro de ellos en la sección D-Cinema, lo que pretendía ser una muestra de la emergencia de nuevos valores en esta cinematografía pujante pero aún con pocos recursos. La única cinta a competición era «Tambolista», de Adolfo B. Alix. Se trata de un retrato de la ciudad de Manila y de sus jóvenes a través de dos hermanos y de su poco recomendable amigo. Una película valiente en el contexto de producción filipino, dominado por el género fantástico, pero lastrada por una mala decisión de su director: en la sala de montaje, Alix optó por narrar la historia de forma no lineal, asegura que para dotarla de mayor musicalidad y ritmo, en consonancia con el protagonismo de un chico que toca la batería (el tambolista). La idea es válida (aunque también se puede llevar a cabo con una narración convencional), pero está mal llevada a la práctica, con lo que no hace sino generar una confusión que si no basta para desacreditarlo todo, sí que dificulta el visionado.

Contrariamente, desde Japón nos ha llegado «The Rebirth», un film descarnado, en un sentido casi literal, pues Kobayashi Masahiro, su realizador, deja en los huesos el relato clásico para hablarnos de la desidia vital. En su historia sobre dos personajes que han perdido las ganas de seguir adelante, estos comen, entran a trabajar, salen de trabajar, compran en el supermercado, se bañan, duermen y poco más, y la cámara se entretiene mostrando sus anodinas actividades una y otra vez, casi diríase de forma obsesiva. Moviéndose constantemente entre lo emotivo y lo retórico, sin afinar del todo, la propuesta no termina de convencer, sin por ello dejar de ser estimulante. Provocó menos deserciones en la sala de las previsibles, y por lo visto, Tran Anh Hung (miembro del jurado), quedó impresionado de los aplausos del público al final de la primera proyección.

«Secret Sunshine», de Lee Chang-dong.
Entre tantas obras que se distinguen (y se admiran) por suponer un desafío a las maneras convencionales de hacer cine, desviando las reflexiones de los críticos hacia si estas abren o no nuevas vías de expresión artística, Secret Sunshine» se erige simplemente como una gran película. Nada demasiado nuevo nos ofrece este film ni en su tema (¿qué tendrá el sufrimiento humano que no deja de fascinarnos?), ni en el desarrollo de este, ni en su planificación visual. Pero el dominio absoluto de estos elementos que demuestra Lee Chang-dong (en este sentido, la película se ajusta a la definición de ‘obra maestra’) la convierten en una pieza única. No conviene desvelar demasiado el argumento, de modo que sólo añadiré que Jeon Do-yeon, en la interpretación de su vida, domina todos los registros a los que la somete su personaje, lo cual no era nada fácil, y que la ambivalente aproximación que se hace al fenómeno del cristianismo en Corea es de las pocas que se ha podido ver en el cine de este país. Una película profunda y lúcida, que merecía el reconocimiento que ha obtenido.

Como se ha indicado antes, otra película de Corea del Sur se ganó el máximo respeto del jurado, se trata de «With a Girl of Black Soil», del no suficientemente conocido Jeon Soo-il. Este film, de un callado dramatismo, nos habla de quienes fueron dejados de lado durante el desarrollo económico coreano, un tema demasiado ausente en la cinematografía del país. A medio camino entre el cine social y el arte y ensayo, Jeon nos muestra esta realidad a través de la historia de un hombre superado por las circunstancias, y su hija de nueve años (por cierto, la pequeña realiza una interpretación sensacional, perfectamente ajustada al tono general del film por su contención), a quien hace referencia el título porque termina por hacerse cargo de su padre y de su hermano discapacitado. Empleando un arco (melo)dramático típico, Jeon realiza un film lleno de matices tanto en el estilo como en el discurso, cargando de riqueza al conjunto.

«Life Track», de Jin Guang Hao.
«Funuke», de Yoshida Daihachi.
A falta de saber la opinión de los jueces, «Life Track» es seguramente la película que más dudas ha despertado de todo el festival. Y no es de extrañar. El debut en la dirección de Jin Guang Hao es un pretencioso intento de cine trascendental que imita el estilo de Tsai Ming-liang o Kim Ki-duk pero sin lograr la profundidad emocional de sus modelos. Demasiado confiado del potencial dramático de sus protagonistas (un hombre sin brazos y una chica sordomuda), Jin se olvida de explicarnos prácticamente nada más, hasta que el (¿abierto? ¿inconcluso?) final devuelve al espectador a la realidad (si es que no se había salido ya del film) con una sensación de vacío y un montón de preguntas en la cabeza que no tiene ganas de responder. Una película cogida con pinzas, de la que sólo se salvan algunos detalles aislados.

Más elocuentes parecían los silencios de otra película china con un hombre y una mujer desgastados por la vida como protagonistas, «Night Train», segundo largometraje de Diao Yinan. Una funcionaria de prisiones cuyo trabajo consiste en ejecutar a los condenados a muerte y el hermano de una de sus víctimas establecen una extraña relación con el telón de fondo de una degradada zona industrial de China. Esa es la línea argumental de un doloroso y desesperanzado trabajo sobre la muerte, la soledad y el enclaustramiento físico y anímico. Absténganse los que no tengan ganas de quedarse con mal cuerpo después de ir al cine, aunque la cruda belleza que desprende el film también puede compensar a quienes guste apreciarla.

Uno de los pocos momento de asueto cómico –aunque contenga sus buenas dosis de tragedia– entre tanto drama a flor de piel fue la japonesa «Funuke Show Some Love, You Losers!», del debutante en la dirección Yoshida Daihachi. Se trata de una comedia negra sobre una familia disfuncional cuyos progenitores mueren en un macabro accidente, y los hijos se hacen la vida imposible unos a otros. El punto fuerte de la película es su incisivo retrato de las miserias de una familia y una sociedad, que encuentra un interesante contrapunto sarcástico en una fotografía luminosa y colorista. El punto flaco es una cierta descompensación estructural: pone demasiado énfasis en la maldad de la maquiavélica Sumika, la hermana mayor, y eso desvía la atención del resto de personajes al tiempo que nos hace sentir compasión por ellos, en vez de revelar sus bajezas.De todos modos, la combinación de d(o)rama y comedia alocada es más que satisfactoria.

«Sad Vacation», de Aoyama Shinji.
Las guerras familiares parecen una preocupación recurrente en el cine japonés, pues ese era también el tema de «Sad Vacation» de Aoyama Shinji. Aquí, el director de Eureka parte de un grupo de personajes marginales –precisamente originarios del film que le valió la fama en Cannes, lo que dificulta un poco la comprensión a quienes no estén familiarizados con la obra del director–, la mayoría sin relación de sangre, para conformar una heterodoxa familia en la que el respeto y la devoción conviven con el más cruel de los rencores, dando lugar a situaciones esperpénticas. La reflexión alrededor de las relaciones de los individuos es lo más interesante del film, pero el estilo que le imprime Aoyama con su realización (desapasionada y algo arbitraria) provoca que esta no termine de calar hondo.

La delegación coreana incluía también una interesante opera prima, «Who’s That Knocking at My Door?», de Yang Hea-hoon. Su historia es la de un joven aislado del mundo que lo rodea quien años después de dejar el instituto se encuentra por casualidad con el chico que solía hacerle la vida imposible en la escuela. Quizás lo más conseguido sea la manera como Yang introduce el relato en el terreno del psycho-killer sin que pierda la condición de drama personal y retrato generacional. También es cierto que esta incursión genérica no permite distinguir del todo las características del discurso de su autor, pero de cara a sus próximos títulos las expectativas son altas. Por cierto, se está diciendo que el título es una referencia a la primera película de Martin Scorsese, que también trataba temas como la culpa y la intromisión del pasado. Habría que recordar que el original en coreano no tiene nada que ver, y que se traduce algo así como “El leopardo que te rescata del embalse”.

A muchos de los asistentes a las proyecciones se nos hizo llegar una encuesta sobre nuestra relación con las culturas asiáticas y el consumo de su cine. En las últimas preguntas se nos pedía valorar si la película que acabábamos de ver en el momento de rellenar el formulario había contribuido (y en qué grado) a un mayor conocimiento y comprensión del país de ésta por nuestra parte. Pocas películas en el festival (la mayoría ensimismadas en las peculiaridades de sus temas y/o de su estética) permitían una respuesta tan afirmativa como la indonesia «3 Days to Forever», de Riri Riza. Se trata de una convencional road movie sobre dos jóvenes (un chico y una chica, primos) que emprenden un forzoso viaje en coche a través de la isla de Java, a lo largo del cual se conocerán a sí mismos –transformando con ello su relación personal– y también al mundo en el que viven. A pesar de tener un buen guión, de estar bien interpretada y convenientemente filmada, la película no se destaca en ningún aspecto, pero su descripción de la sociedad actual indonesia (tocando temas como la religión, el sexo, la familia…) a través de la mirada de sus jóvenes, la hacen muy enriquecedora a los interesados no sólo en el cine sino también en la cultura.


IV – Conclusión y avance

El nivel medio de las producciones presentadas en el festival ha sido bueno y el público ha respondido, con lo que esta 10ª edición del BAFF puede considerarse un éxito. Es de esperar que en próximas ediciones aumente el número de títulos en competición, y que cada vez más autores tengan en cuenta este evento barcelonés a la hora de presentar sus obras, de manera que el festival siga creciendo hasta convertirse en un auténtico referente a nivel europeo y mundial. Le queda camino por recorrer, pero condiciones no le faltan.

De momento, de cara al año que viene ya se han anunciado las fechas (del 30 de abril al 9 de mayo) y la cinematografía invitada (le toca el turno a Japón). Hasta entonces.
Versão portuguesa


1/07/08

cinedie asia © copyright Luis Canau.